A reflection // Una reflexión

//A reflection: The uncertainty of life

Uncertainty is, I dare say, the only absolute truth of life, and it is precisely this truth, which humans often forget, that enables us to appreciate the simple, yet most meaningful things of life.

As Socrates once stated, the only thing we know is that we know nothing.

Since the origin of our existence, humans have incessantly pursued evolution, development, change. Yet what still remains unaltered among all this innovation, is the uncertainty. The uncertainty of the past, the present and the future. The ambiguity of life.

It is too often that we forget this simple truth. We fail to remember that in reality, we control nothing, we know nothing, we have power over nothing. More importantly, we forget the fragility of human life. We forget all this because it is too complex to understand, and humanity is too fearful of accepting what it does not understand. We opt instead, to live on the surface of life, fixed in the materialistic world, intoxicating ourselves with ignorance, conceit, pride. In pursuit of the erroneous assumption that entitlement, supremacy, power will grant the happiness we so desperately desire. 

Before we know it, we have lost the ability to connect and have acquired the extraordinary ability to forget. Forgetting then becomes a pervasive habit, so embedded in the fabric of daily existence, that you might not even notice it until someone or something forces you to pay attention. What we don't realize is that by denying to acknowledge the uncertainty of life, we are missing out in the exquisiteness of simplicity. In other words, being conscious that life is uncertain and can change overnight is what allows humanity to live in the "now" and cherish the most important things in life, those found only in the daily.

Attempting to eat your lunch while your friends make fun at the size of your bite. Walking down the hall complaining about your next class. Talking excitedly about your approaching graduation and the plans for the future. Lying on the field while the coach scolds you for not doing the work. Dressing yourself up for a Friday night out. Dining with your family at your favourite restaurant. Getting free tasters at the market. Giving peace to strangers at church. Kissing a lover. Hugging your friends. Walking through a park. Going out for fresh air. All this we overlook, all this we take for granted. Until something comes along, slaps us in the face and reminds us that we are not as invincible as we have convinced ourselves we are. That the plans we so foolishly thought were certain, are not, and that all that we have, is not really ours and can be easily taken away. 

When humanity begins to exceed the limits of reality, to rise above, our sense of superiority does so too. The moment where we feel at the top, omnipotent, utterly safe, human arrogance so thick that it blinds us, that is when life takes care to remind us of everything that we have so vigorously and relentlessly tried to forget. 

The current global situation has been an epiphany, an awakening that has made us open our eyes to the subtlety that is the simplicity of the daily. A tragedy had to happen for our humility to return. For human connection to be restored. For the importance of being grateful to be remembered. The economy has been left on the sideline. Conflicts between powers have become irrelevant. Ideologies and differences have been left aside. Instead, we witness humanity's capacity for compassion and ability to fight adversities in unification. 

This suffering has made us realize that the simple things in life, are indeed the most important, that human life is and always will be the most fragile thing and that one must acknowledge the uncertainty of life to live in the "now". More importantly, we have recognized, amid all this madness, that our individual fulfilment can no longer happen outside of our fulfilment as a member of our larger community because profound human connection is what keeps us truly alive.

//Una reflexión: La incertidumbre de la vida

La incertidumbre es, me atrevo a decir, la única verdad absoluta de la vida, y es precisamente esta verdad, que los humanos suelen olvidar, la que nos permite apreciar las cosas simples pero más significativas de la vida.

Como planteó Sócrates, lo único que sabemos es que no sabemos nada.

Desde el origen de nuestra existencia, los humanos han perseguido incesantemente la evolución, el desarrollo y el cambio. Sin embargo, lo que aún permanece inalterado entre toda esta innovación, es la incertidumbre. La incertidumbre del pasado, el presente y el futuro. La ambigüedad de la vida.

Con demasiada frecuencia olvidamos esta simple verdad. No recordamos que, en realidad, no controlamos nada, no sabemos nada, no tenemos poder sobre nada. Más importante aún, olvidamos la fragilidad de la vida humana. Olvidamos todo esto porque es demasiado complejo de entender, y la humanidad teme aceptar lo que no entiende. En su lugar, optamos por vivir en la superficie de la vida, atados a un mundo materialista, intoxicandonos con ignorancia, vanidad, orgullo. Persiguiendo una suposición errónea de que la supremacía, el poder y el prestigio nos otorgarán la felicidad que tan desesperadamente deseamos.

Antes de que nos demos cuenta, ya hemos perdido la capacidad de conectarnos y hemos adquirido la extraordinaria habilidad de olvidar. Un hábito que se convierte tan generalizado e incrustado en el tejido de la existencia diaria, que ni siquiera lo notarás hasta que alguien o algo te obligue a prestar atención. De lo que no nos damos cuenta es que al negar reconocer la incertidumbre de la vida, nos estamos perdiendo la exquisitez de la simplicidad. En otras palabras, ser conscientes de que la vida es incierta y puede cambiar de la noche a la mañana nos obligará a vivir en el ahora y apreciar las cosas simples y más importantes de la vida.

Intentar almorzar mientras tus amigos se burlan del tamaño de tu bocado. Caminar por el pasillo quejándote de tu próxima clase. Conversar con entusiasmo sobre la graduación y los planes para el futuro. Acostarse en la grama mientras tu maestra de atletismo te regaña por no hacer el trabajo. Vestirse para salir de fiesta un viernes. Cenar con la familia en tu restaurante favorito. Conseguir muestras gratuitas en el mercado. Besar a tu pareja. Abrazar a tus amigos. Caminar por un parque. Salir a tomar aire fresco. Todo esto lo pasamos por alto, todo esto lo damos por sentado. Hasta que llega algo, nos abofetea y nos recuerda que no somos tan invencibles como hemos llegado a creer. Que los planes que tan ingenuamente pensamos que eran seguros, no lo son, y que todo lo que tenemos no es realmente nuestro y se nos puede arrebatar en cualquier momento.

Cuando la humanidad comienza a exceder los límites de la realidad, a elevarse por encima, nuestro sentido de superioridad también lo hace. El momento en que nos sentimos en la cima, omnipotentes, completamente seguros, la arrogancia humana tan espesa que nos ciega, es cuando la vida se ocupa de recordarnos todo lo que hemos tratado de olvidar sin cesar.

La situación global actual ha sido una epifanía, un despertar que nos ha hecho abrir los ojos a la sutileza que es la simplicidad de lo cotidiano. Una tragedia tuvo que suceder para que nuestra humildad regresara. Para que la conexión humana fuera restaurada. Para que la importancia de ser agradecidos fuera recordada. La economía ha quedado en segundo plano. Los conflictos entre poderes se han vuelto irrelevantes. Las ideologías y las diferencias se han dejado de lado. En cambio, estamos presenciando la capacidad humana de sentir compasión y luchar contra las adversidades en la unificación.

Este sufrimiento nos ha hecho darnos cuenta de que las cosas simples de la vida son las más importantes, que la vida humana es y siempre será la cosa más frágil y que uno debe estar consciente de la incertidumbre de la vida para poder vivir en el "ahora". Más importante aún, nos hemos dado cuenta, en medio de todo este caos, que nuestra felicidad individual ya no puede suceder fuera de nuestra realización como miembro de nuestra comunidad ya que la conexión profunda entre humanos es lo que nos mantiene realmente vivos.